sábado, 3 de noviembre de 2007

EL TREN DE LA VIDA


EL TREN DE LA VIDA

Hace algún tiempo atrás, leí un libro
que comparaba la vida con un viaje en tren.
Una lectura extremadamente interesante,
cuando es bien interpretada.

La vida no es más que un viaje por tren:
repleto de embarques y desembarques, salpicado
de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.


Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos
con algunas personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.

Lamentablemente
la verdad es otra.
Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos
de su cariño, amistad
y su compañía irreemplazable.


No obstante esto
no impide que se suban
otras personas que
serán muy especiales para nosotros.


Llegan nuestros hermanos,
amigos y esos amores maravillosos.


De las personas
que toman este tren, habrá también
los que lo hagan
como un simple paseo

Otros que encontrarán solamente tristeza
en el viaje…
Y habrá otros
que,
circulando
por el tren,
estarán siempre
listos en ayudar
a quien lo necesite.

Muchos al bajar,
dejan una añoranza permanente…

Otros pasan
tan desapercibidos
que ni siquiera
nos damos cuenta
que desocuparon
el asiento.

Es curioso constatar
que algunos pasajeros, quienes nos son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro.
Por lo tanto,
se nos obliga
hacer el trayecto
separados de ellos.
Desde luego,
no se nos impide
que durante el viaje,
recorramos con dificultad nuestro vagón
y lleguemos a ellos...


Pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.

No importa; el viaje se hace de este modo:
lleno de desafíos, sueños, fantasías,
esperas y despedidas...
pero jamás regresos.
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible.


Tratemos
de relacionarnos bien con todos
los pasajeros, buscando
en cada uno,
lo mejor de ellos.


Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos…


Ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.


El gran misterio, al fin,
es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos,
mucho menos
dónde bajarán
nuestros compañeros,
ni siquiera
el que está sentado
en el asiento de al lado.

Me quedo pensando
si cuando baje del tren,
sentiré nostalgia...
Creo que sí.

Separarme
de algunos amigos
de los que hice en el viaje
será doloroso.
Dejar que mis hijos sigan solos,
será muy triste.
Pero me aferro a la esperanza
de que, en algún momento,
llegaré a la estación principal
y tendré la gran emoción
de verlos llegar con un equipaje
que no tenían cuando embarcaron.

Lo que me hará feliz,
será pensar
que colaboré
con que el equipaje
creciera
y se hiciera valioso.


Amigo mío, hagamos que nuestra estadía
en este tren
sea tranquila,
que haya valido la pena.
Hagamos tanto,
para que cuando
llegue el momento
de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza
y lindos recuerdos
a los que en el viaje permanezcan.


A tí, que eres parte de mi tren, te deseo un...
¡¡¡Feliz viaje!!!

Pensando con que actualizar me acorde de este mail que tengo en la cuenta de correo casi desde que la abri. La verdad es que me resulto un poco trabajoso el colocarlo todo curioso, pero yo creo que merece la pena.

Y respecto al tren de mi vida, yo ahora mismo estoy en el vagón de la felicidad. Me siento bien y aunque las cosas siempre pueden ir mejor también tenemos que pensar que pueden ir a peor, asi que porque no contentarnos con lo que tenemos.

Y tu, ¿en que vagón estás?



2 comentarios:

María Pérez dijo...

"Tratemos
de relacionarnos bien con todos
los pasajeros, buscando
en cada uno,
lo mejor de ellos."
Vaya telilla... creo que aun siendo lo más complicado es de las actitudes más bonitas y coherentes.

Los más dolorosos... los que se tiran de vagón en marcha.

¿Yo? feliz, corriendo detrás del tren porque se me escapa.

Me encanta el texto Lucecilla.
MUAKA!

Tembetá dijo...

¿Sabes, Lucecilla? Tú última reflexión me ha hecho recordar un fragmento de "El camino", de Miguel Delibes. Mira, dice:

« Algunos – dijo – por ambición, pierden la parte de felicidad que Dios les tenía asignada en un camino más sencillo. La felicidad – concluyó – no está, en realidad, en lo más alto, en lo más grande, en lo más apetitoso, en lo más excelso; está en acomodar nuestros pasos al camino que el Señor nos ha señalado en la Tierra. Aunque sea humilde. »

Así que, en definitiva, tu tren puede ser de vapor, de juguete o el AVE, pero sea como sea, lo importante, y lo que nos dará la felicidad (la auténtica, no la superficial) es que en él ocurran todas esas cosas que cuentas y nuestra actitud sea de acogida y coherencia.
Al final, los viajeros son lo verdaderamente importante.

Yo no tengo ni idea de en qué vagón estoy, lo que sí sé es que mi tren viaja lejos, muy lejos, y atraviesa lugares muy muy distintos unos de otros. Me gusta mucho este tren, sí, y sobre todo me encanta que me haga descubrir tantas cosas.
Lo mejor de todo es que vosotras andáis por aquí cerca, para cuando vea algo increíble y os lo quiera enseñar. Jiji.

¡Besín!