-Tal vez deberíamos exteriorizar más nuestras emociones. Si quieres, puedes mostrármelas. Así nos conoceremos mejor.
- Si llegas a entenderme, ¿qué sucederá entonces?
- Eso no lo tienes muy claro, ¿verdad? No se trata de lo que pueda suceder. En este mundo hay a quien le gusta saber los horarios de los medios de transporte y se pasa el día comprobándolos. También hay quien hace barcos de un metro de largo encolando palillos. Por lo tanto, no es tan raro que haya por lo menos una persona que quiera entenderte, ¿no te parece?
- ¿Como una especie de pasatiempo? –dijo Naoko divertida.
- Si quieres, puedes llamarlo así. En general, las personas lo llaman simpatía o amor, pero si tú quieres llamarlo pasatiempo puedes hacerlo.
- ¿A ti también te gustaba Kizuki?
- Por supuesto –respondí.
- ¿Y Reiko?
- Me encanta. Es una buena persona.
- ¿Por qué te gusta siempre este tipo de gente? –preguntó Naoko-. Todos somos personas que nos hemos doblado en algún punto, que nos hemos torcido, que no hemos podido mantenernos a flote y nos hemos hundido deprisa. Yo, Kizuki, Reiko. A todos nos ha ocurrido lo mismo. ¿Por qué no te gusta la gente corriente?
- A mí no me da esa impresión –respondí tras reflexionar unos instantes-. No me parece que ni tú, ni Kizuki, ni Reiko estéis “torcidos”. La gente que a mí me parece “torcida” pasea por la calle tan campante.
(Tokio blues, Haruki Murakami)
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