Carnaval sólo es una vez al año, un fin de semana,... pero ¡quien lo diría!
Nos encantan los disfraces o igual es que me lo parece a mi. ¿Tú que crees?
Hay veces que vamos de lo que no somos, otras simplemente queremos esconder lo que somos.
Mi mente matemática (o esa que está camino de serlo) me dice que estamos ante una contradicción.
El envoltorio de la persona, generalmente, nos marca la relación con ella.
Suena fuerte, pero la vida es así de dura en algunos aspectos.
Y esto, ¿cuantas veces nos llevo a equivocarnos?, y nos llevara...
Podemos dejar de conocer a una GRAN persona, sólo por que su exterior no es apetecible.
Pasa con las personas, con las manzanas y con muchas cosas más, pero no aprendemos. Primero judgamos y luego si nos dignamos a dar una oportunidad al otro, conocemos.
Puedes acertar o no, pero eso sólo se descubre arriesgando.
A veces las mayores puñaladas vienen disfrazadas de sonrisa y los mejores momentos de tardes grises, pero sigo pensando que eso no lo sabemos hasta que no lo probamos.
Es un riesgo, si, pero igual resulta más sencillo vestirse cada mañana de lo que somos.
Con nuestras dudas, nuestros errores y nuestras virtudes... Igual a la vuelta de la esquina te encuentras a alguien deseando conocerte, no por lo que aparentas ser, sino por lo que realmente eres.
8 comentarios:
Qué me dices de los envoltorios voluntarios? Cuántas personas dejamos de conocer porque voluntariamente ocultan lo que son?
La vida es un carnaval en el que todos bailamos.
Beso
A veces, los disfraces son involuntarios y otras, conscientemente, una buena coraza. No se trata de no ser uno mismo, pero pienso, que en algunas ocasiones, no está de más esconderse un poco. Tampoco es bueno abusar, no sea que de tanto cambiar el disfraz, nos pillen en pelotas...
Neni! el viernes espichina minera!
muá!
Claro que a veces son voluntarios, ¡que me vais a contar!. Pero puede bastar con una capa de papel en vez de cinco o seis.
El equilibrio es dificil de conseguir, pero al menos creo que se debe de intentar.
Dar y guardar un poco para cada uno.
besitos
Pues... a mí los disfraces cada vez me desconciertan más y los entiendo menos.
Será que estoy perdiendo facultades... :P
Besillos!
las mascaras, por lo menos alguna, te las pones para "sobrevivir"...luego desacerte de ellas no es cuestion de simple voluntad...
DESENMARCARAZLOS!!!!!!!!!!!!!
jaja
bsoooooooooo
Pues Pau al lorito, porque ya lo dice Lile la vida es un carnaval en el que todos bailamos y si no quieres quedarte sentada ya sabes lo que tienes que hacer.
¡¡¡Espabila!!!
Lau, las mascaras como todo. Una vez que te acostumbras a ellas (y te van bien las cosas) cualquiera renuncia a lo que se tiene.
Aunque de vez en cuando deberíamos intentarlo. Poco a poco, que todo de golpe igual sienta mal.
Eso de desenmascarazlos me recuerda al zorro jajaja
¡Muas!
Tengo demasiados textos sobre esto (no sé por qué...), varios están colgados en mi blog pero no soy capaz de decantarme por uno, así que esta vez no hay premio :P
eso si, como muchas de las máscaras se deben a miedos te ofrezco la canción Miedo de Pedro Guerra
Jooo, mira que dejarme sin premio :( ... Pues no se por que, esta semana me porte bien (o eso creo) jajaj
Lo de no decidirse por ninguno, que es ¿por qué hoy tocaba personalidad indecisa?
¿y para mañana ya la tienes preparada? :P
Pues nada que como hoy no me toca el texto a mi te lo dejo yo a ti. Seguro que ya lo conoces, pero con lo de los "miedos" se ve vino a la cabeza.
LAS ALAS SON PARA VOLAR
... Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
— Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, me parece que sería penoso que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
— Pero yo no sé volar –contestó el hijo.
— Es verdad... –dijo el padre y caminando lo llevó hasta el borde del abismo en la montaña.
— Ves, hijo, este es el vacío. Cuando quieras volar vas a pararte aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó:
— ¿Y si me caigo?
— Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que te harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente le dijeron:
— ¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo está medio zafado... ¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de pavadas? ¿Quién necesita volar?
Los más amigos le aconsejaron:
— ¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y, con coraje, saltó... Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a tierra... Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre:
— ¡Me mentiste! No puedo volar. Probé y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.
—Hijo mío –dijo el padre— para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como para tirarse en un paracaídas. Necesitas cierta altura antes de saltar. Para volar hay que empezar corriendo riesgos. Si no quieres, quizás lo mejor sea resignarse y seguir caminando para siempre.
En cuanto a la canción me quedo con dos frases,
el miedo es la palanca que apagó la vida.
el miedo es una fuerza que me impide andar.
Nosotros no lo buscamos, pero los MIEDOS siempre vienen a nuestro encuentro. Eso si, está de nuestra mano ponerles freno y no dejar que corrar por delante de nosotros.
Aunque a veces cueste mucho trabajo.
¡Muas!
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