Cuando huir se convierte en una necesidad acuciante para encontrar la libertad, cualquier otro bien queda enmascarado, incluido el de la propia libertad, aunque ello pueda parecer una paradoja. Huir para alejarse del drama es un engaño del deseo y también una necedad de incautos porque quien huye acarrea el drama hasta donde el destino lo lleva, igual que si se tratase de un tumor alojado en las costuras del alma.
La noche del tamarindo
Antonio Gómez Rufo
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